Los actos del Bicentenario en la 9 de Julio mostraron un costado decididamente popular y con alto contenido artístico que fueron en todo movimiento acompañados por un público ávido de no perderse este momento histórico. Podemos decir que esta fiesta si fue una fiesta de todos, participativa y completamente tranquila. Pareciera que como en el tema de Nebbia el pueblo reunido se empecinara en contar "la otra historia, quien quiera oír que oiga".
La elección temática para la recorrida de las carrozas fue ajustada y acertada en cuanto a los temas siempre silenciados de nuestra trágica historia (golpes de estado, desaparecidos, Malvinas) como a un modelo que por mas que se hayan empecinado en silenciar y/o tergivesar reaparece y se cuela por todos los poros sociales para mostrar su impronta y magnífica actualidad (la industria como el motor del desarrollo y la inclusión de la grandes mayorías nacionales, integración a través de la histórica lucha de los movimientos sociales) que pone sobre el tapete la actualidad de las luchas populares contra el neoliberalismo. Capítulo aparte y no menor por cierto, es la cultura popular que también reaparece con una jovialidad manifiesta en el paso de los murgueros y nuestros queridos músicos del rock nacional, el tango y el folklore que no se rindieron al avasallamiento de la alegría como forma de dominación frente a la cual se erige la esperanza de un país que haga de la inclusión, el estudio y la investigación un nuevo motor para su desarrollo frente a los desafíos que plantea este nuevo siglo.
Sencillamente sublime e impecable, tanto para la organización del evento, la calidad de los intervinientes y la impronta democrática de aquellos que inundaron las calles en estos cuatro días de festejos.
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