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martes, 21 de septiembre de 2010

De progres, opositores y demás

"La libertad de los demás extiende mi libertad al infinito" (Bakunin)
"Cuando se deciden los destinos de Esparta hay un pecado imperdonable: estar en los dos bandos o no estar en ninguno de los dos" (Licurgo)

Yo también estoy harto de hablar de la dictadura, estoy cansado de repetir una y mil veces que ésta dictadura significó para nuestro país la ruptura con un particular modelo de desarrollo que brindaba empleo y contención a amplias capas de la sociedad argentina.

Estoy podrido de decir que hubo un revanchismo manifiesto puesto en acto por un grupo de terroristas que, al amparo de un estado reconvertido en instrumento de terror, persiguió, encarceló, desapareció, torturó, robó y cambio la identidad de miles de personas al amparo de la mención del estilo de vida occidental y cristiano, mientras no trepidaban en cometer sus fechorías como una aceitada banda de criminales desaforados. 
¿Quién en su sano juicio no está en contra de seguir hablando estos temas que tanto dolor traen a tantos argentinos?, el problema es que pareciera que algunos de los otrora bien considerados intelectuales progres, reniegan de estos recuerdos, tal vez quieran reconstruir un mundo al estilo Fukuyama donde tanto la historia como las ideologías han alcanzado su fin; en ese fresco facilista y demodé creen haber hallado la razón última de sus invectivas contra un populismo que se niega a morir y pretende modificar un estado de cosas que los tranquilizaba, en realidad relajaba sus bolsillos y por ende sus conciencias replicantes.

Es lógico, si la historia y las ideologías alcanzaron su fin, ¿para que traer el pasado a la actualidad, que sentido tiene 34 años después?; pero tal parece que leyeron a Fukuyama un poco tarde o no alcanzan a ver los avances de los pueblos de Latinoamérica que no se resignan a la exclusión social y dan pelea, batallan por un nuevo mundo donde el trabajo no sea un lujo, donde la economía no se divida en formal e informal, donde la democracia deja de ser una mera mascarada para convertirse en una democracia social que brinda acceso e inclusión social a través del trabajo y la educación.

Quienes hoy se consideran intelectuales "críticos", periodistas "profesionales" y apolíticos de todo tipo en otros tiempos eran considerados como voces necesarias e ineludibles del universo "crítico" que el sistema ofrecía; ¿era realmente así o fueron categorías de los "intelectuales orgánicos" funcionales al sistema?, ¿hasta que punto llegaron a cuestionar la naturaleza del sistema neoliberal?, ¿es posible hablar de crítica de custiones de forma pero no de fondo?. ¿Cuantas veces escuchamos un análisis que tuviera en cuenta la raíz excluyente y clasista del neoliberalismo instaurado por la dictadura del '76 cuya continuidad en el menemato y el gobierno de la alianza llevó a la casi disolución de la sociedad Argentina?,  ¿cuantas veces los escuchamos tomar posiciones concretas mas allá de la "asepsia" investigativa?. 
No pretendemos juzgar a nadie, son sólo preguntas que nos vienen a la mente y que tal vez debamos reelaborar para alcanzar una reflexión crítica que nos ayude a separar a tirios de troyanos, a críticos de siempre de los "críticos funcionales" al sistema.

¿Estamos impregnados de vacuidad y de una negación obtusa a cualquier cambio que mejore condiciones de vida a sectores antes excluidos?; ¿o bien somos demasiado ciegos y oficialistas como para no reconocer la trampa gubernamental de la jaula de hierro que intenta coartar libertades varias?

No tenemos tal vez tantas certezas, sólo las que nos permiten creer que es justamente impulsando nuevas miradas, luchas  y puntos de vista que podemos fortalecer derechos, ampliar la democracia y recuperar espacios perdidos a sangre y fuego.
La impronta de la hora actual nos exige un disenso constructivo y civilizado, en definitiva asumir una posición expresa intereses sociales, como emergentes de los grupos que los impulsan y por ello expresan una mirada parcial e interesada sobre la sociedad en la cual la tan reclamada objetividad sólo serían pasos en falso en un camino en el cual los sectores del privilegio utilizan todo su malhabido arsenal.

(La ilustración corresponde a "La caída de Troya", por Johann Georg Trautmann (1713–1769))

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